La séptima entrega de los monos árticos es una secuela del Tranquility Base Hotel & Casino (2018). Si, han pasado cuatro años de sopetón y ni te has dado cuenta.
El disco anterior dividió el fan base de la agrupación porque se alejaba de lo que había presentado anteriormente, como el AM (2013) o el Suck It and See (2011). Tranquility Base se fundaba en la base del «sonido espacial» y el glam rock. Muchos de los acordes no parecían cuajar e iba más allá de que fuera intencional.
Me gustó el antecesor de The Car, luego de escucharlo varias veces con atención, pero si se notaba que la nueva fórmula no terminaría de contentar a la fanaticada ni tampoco a la audiencia nueva.
The Car parece haber tomado notas de lo anterior y hace ver a Tranquility Base como un prototipo.
Nuevamente la estructura es fluida y no mantiene una base directa, basado en este sentimiento de espacialidad anteriormente presentado. A pesar de que Alex declaró a Big Issue que esta entrega era mucho más terrenal, sigue arrastrando la esencia de espacio.
El último LP toma notas del baroque pop y el chamber pop y mejora sustancialmente la voz. A momentos, en el disco pasado, la voz de Alex decaía y dejaba una sensación de desgano.
En esta oportunidad hay mayor entrega, la estructura sigue difuminada, pero cuando logra enganchar en un solo o en algún puente de las canciones, es capaz de conectar.
Los puntos en contra es que, sin caer en algo obtuso, a lo mejor siga siendo difícil entrar en el juego que propone la banda por segunda vez.
De hecho he leído bastante molestia por esta falta de estructura, la monotonía de las letras a lo largo del disco. Dejando de lado los destellos, a ratos si se hace como si estuvieses escuchando la misma canción diez veces repetidas.
Es otro disco que divide, pero mejora bastante aspectos de la entrega anterior. Entiendo de dónde vienen las quejas y les encuentro todo el sentido a los argumentos que tienen en contra.
Pero a mí me gustó.
Empecé escuchando con escepticismo la primera canción pero le agarré el gustito rápidamente. No tuve que darle muchas vueltas como el anterior.
Me gustan los detallitos que tienen algunas canciones y momentos que, por unos segundos, todo parece confluir de manera impecable.
Les falta muchísimo para perfeccionar la fórmula, si es que quieren seguir por esta línea, pero si le dedican el suficiente tiempo, podrían lograr un álbum del año.
Mi veredicto final de «The Car» es:

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