En la cartografía musical peruana, surgen cada tanto artistas que parecen hablar en voz baja, pero cuya propuesta contiene una resonancia más amplia de lo esperado. Tal es el caso de Álvaro Florez, un cantautor joven que con Rather is my head propone una estética ambivalente: un pie puesto en la intimidad de la confesión personal y otro en la posibilidad de expandir esas emociones hacia un público más vasto. Su obra no llega desde la estridencia, sino desde una elaboración reflexiva que invita a escuchar con atención.
La canción en cuestión se sostiene sobre una producción austera, que evita los artificios y se centra en la voz y la guitarra como ejes principales. Sin embargo, esa misma desnudez permite que el tema cobre una amplitud inesperada: el timbre vocal de Florez, delicado pero seguro, proyecta una atmósfera que trasciende el espacio reducido de un cuarto de ensayo. Es un minimalismo que no se repliega, sino que se abre como si quisiera abarcar un territorio emocional mucho más amplio.
Este juego de escalas entre lo íntimo y lo expansivo conecta a Rather is my head con una tradición internacional donde la canción confesional deja de ser solo un susurro personal para convertirse en un puente colectivo. Álvaro Florez no busca épica en arreglos grandilocuentes; la encuentra en la tensión entre vulnerabilidad y firmeza, entre el recogimiento y el deseo de comunicar. En ese sentido, la pieza tiene una cualidad casi cinematográfica: empieza como un soliloquio, pero al avanzar parece convocar a un público invisible.
Más allá de ser un sencillo prometedor, la canción traza una línea de lo que podría ser su camino artístico: un compositor capaz de sostener la fragilidad como recurso estético y de expandirla hacia horizontes más amplios. El mérito está en que lo hace sin artificio, con un equilibrio natural que resulta tanto un gesto de honestidad como una declaración de intenciones. Álvaro Florez, desde Perú, construye un universo donde lo personal se convierte en una experiencia compartida.
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