La presentación del videoclip «Viento» de Camila Bañados en CityLab fue una experiencia íntima y vibrante, destacando la fusión de música, arte y comunidad en un entorno acogedor.
Los astros se alinearon y tuve mi segunda aventura tipo QSDC, esta vez con la presentación del videoclip de “Viento”, la canción que abre el disco debut de Camila Bañados, al cual destaqué como uno de los mejores del año pasado y que sigo defendiendo con hidalguía.

Nunca había visitado la sala CityLab del Centro Cultural Gabriela Mistral (aka GAM); solo la había visto por fuera un par de veces. Siempre la imaginé como un espacio para exposiciones reducidas o talleres. El primer contacto, sin embargo, fue una experiencia condensada pero acogedora, donde los elementos visuales dialogaban con naturalidad y el sonido no se perdía entre los ventanales.
Con una degustación de vinito y una exposición de materiales y vestuario inspirados en el videoclip de Bañados, la espera avivó mi ansiedad social (espacio reducido + gente = cóctel perfecto para que alguien como yo se desequilibre). Pero eso no opacó la belleza del momento: fotos del detrás de cámaras, una pieza de vestuario y un escenario improvisado con telas donde descansaban dos guitarras.

Tras la espera, Camila —que se había paseado entre los invitados/as saludando— tomó su lugar junto a otro músico. Este, con un arco de violín, dio inicio a lo que sería la experiencia central de la noche.



Creo haber visto algo similar en videos de otros países, pero era la primera vez que presenciaba dos formas simultáneas de interpretar la guitarra eléctrica. El músico creaba una atmósfera profunda, densa y lenta, mientras Camila irrumpía con destellos de protagonismo, repasando sus canciones con dedos ágiles.
Esa experiencia —en la que el público guarda silencio y se sumerge en un mismo sentimiento, aunque con interpretaciones distintas— representa la esencia de la música en vivo y la razón por la que me obligo a asistir a más eventos así. Las versiones de estudio tienen su peso, pero presenciar una interpretación en vivo, con un escenario distinto y otros instrumentos, refuerza cómo la música construye comunidad y transforma el arte en un disfrute colectivo.
Luego llegó el turno del videoclip (ya compartí mis impresiones en otra nota), pero quiero destacar algo que no veía desde su época en el teatro: la fusión y diálogo entre disciplinas —audiovisual, danza, teatro y música—, que enriquecen aún más el universo que Bañados ha ido construyendo. Aquella noche fuimos testigos de interpretaciones, música y, sobre todo, de la magia de un paisaje que inundó la sala.
El escenario del video es Osorno, específicamente Puyehue hacia la cordillera: un lugar remoto, cerca del lago y el bosque. Basta con verlo para entender de dónde surge la verdadera esencia del viento, con toda su carga emocional y artística. Un logro que nace del esfuerzo y talento de todos los involucrados, incluido Canino Producciones.


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