Hablemos de jazz guachaca

Inspirado por los sonidos de Puerto Rico, me lancé a explorar los géneros que reflejan lo más auténtico de Chile. Entre cuecas, cumbias y música andina, me topé con el jazz guachaca, un estilo único que mezcla jazz clásico con raíces folclóricas y la chispa popular chilena. ¿Es este nuestro sonido más propio?

Por todo el revuelo que causó el nuevo disco del Conejo Malo, el disco para Puerto Rico, terminé escuchando salsa dura, un subgénero muy arraigado en la cultura de PR. A esta introducción se suma otra vuelta más, porque, mientras escuchaba a Willie Colón, me surgió una duda: ¿qué subgénero es propio de estos lares?

La respuesta más fácil, tomando en cuenta que lo enseñan desde que entramos al colegio, es la cueca. Sin embargo, quería ir más allá. ¿Qué sonidos y estilos son propios de nuestra idiosincrasia? Esto considerando que pueden ser chilenismos de géneros establecidos y nacidos fuera.

Dando una vuelta rápida, me encontré con estilos que son citados de manera recurrente, como la Nueva Canción Chilena (Víctor Jara, Violeta Parra, Quilapayún e Inti-Illimani), la cumbia chilena (Chico Trujillo, Villa Cariño y La Combo Tortuga), la música andina y folclórica, y el que más me llamó la atención: el jazz guachaca.

Como menciona Memoria Chilena, el término «guachaca» en Chile ha evolucionado con el tiempo. Originalmente tenía una connotación peyorativa, asociada a personas de clase baja o al consumo excesivo de alcohol. Sin embargo, desde la década de 1990, el término ha sido reivindicado y ahora se asocia positivamente con la cultura popular chilena. Movimientos como el de Los Guachacas, fundado por Dióscoro Rojas y Raúl Porto, han promovido esta identidad, destacando valores como la humildad y el cariño.

El jazz guachaca es un estilo musical chileno que fusiona elementos del jazz tradicional con ritmos y géneros populares locales, como la cueca, el tango, el bolero y el fox-trot. ¿Quién fue el artífice de esta peculiaridad musical? Roberto Parra, quien creó una mezcla única que fue bautizada por su hermano Nicanor, el antipoeta chileno.

Es un género pequeño; al revisar archivos de internet y bibliotecas de streaming, encontré con suerte una docena de discos que se identifican como jazz guachaca o que al menos tienen una leve inspiración en él. Una de las obras más representativas de este estilo es la música de «La Negra Ester«, que combina diversos géneros y muestra la versatilidad de este estilo.

De hecho, si tienes veintitantos como yo, quizá no conozcas el nombre, pero seguramente reconocerás la tonada de «La Negra Ester«, canción compuesta por Roberto Parra. Es probable que la ubiques gracias a la televisión, porque siempre que había una nota sobre bares de Valparaíso, los canales tenían la manía de poner el guitarreo del artista.

Ahora bien, luego de repasar estos escasos discos, me pregunto: ¿suena esto como algo propio de este país? Aquí puede jugar en contra la exposición televisiva, pero, a mi juicio, hay algo muy propio de Chile, tanto a nivel sonoro como estético.

La base del jazz guachaca está fuertemente arraigada en el jazz y el blues, pero al integrar otros elementos, con una explotación del folclore chileno y los ritmos que adopta, logra un sabor único. Eso sí, tampoco voy a tapar el sol con un dedo; si has escuchado jazz clásico, es obvio que notarás similitudes en tonadas.

El jazz guachaca camina por una fina línea en la que puede confundirse con su género madre, pero, si pones atención a su planteamiento, su historia y cómo la figura de Roberto Parra tiene tanto peso en el estilo, puedes deslumbrarte al descubrir qué lo hace especial, aunque no popular.

Si alguien se arriesga con este estilo hoy en día, primero debería sortear la barrera de otros géneros mucho más populares, y, además, evitar caer en lo mismo, intentando aportar un poco de sazón propia.

Por mi parte, no lo he pasado mal escuchándolo. Aunque la gran mayoría de sus temas son instrumentales, todos tienen un sabor atrayente y pueden incluso servir como música para darle vida al ambiente.

Te pegaste el show, Roberto. Bien ahí.


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